Artista Visual
La Etnografía de los Balcones
Morada, colección e identidad: La poética del habitar o sobre LA ETNOGRAFÍA DE LOS BALCONES
"Es noche de verano, la luna ilumina de cuando en cuando. Avanzo hacia mi casa entre las magnolias y las palmeras, entre los jazmines y las inmensas araucarias, y me detengo a observar la trama que las enredaderas han labrado sobre el frente de esta casa que es ya una ruina querida, con persianas podridas o desquiciadas; y, sin embargo, o precisamente por su vejez parecida a la mía, comprendo que no la cambiaría por ninguna mansión en el mundo"
Ernesto Sábato
El concepto de morada, de casa, supone en primer lugar un espacio de protección, de cobijo, de arraigo. Estar en nuestro hogar determina valores que lo distinguen de cualquier otro espacio construido por el hombre. La casa, el lugar al que denominamos morada, constituye el primer universo al que tenemos acceso, en ella se fundan nuestras primeras memorias y se contienen los primeros espacios oníricos, configura de forma precisa y profunda más que cualquier otro sitio, nuestro sentido de pertenencia, de identidad y arraigo. Gastón Bachelard dedica capítulos completos de su texto La poética del espacio, a los valores que cobija este espacio vital. Lo considera espacio evocador, espacio de seguridad, intimidad y ensoñación.
Al configurar aquello que denominamos morada no solo desarrollamos un sentido estético/utilitario, sino que debido al poder sugestivo e intimista de este espacio, indefectiblemente se van develando numerosas dimensiones del ser humano que le habita, ser humano que a su vez configura una proyección idealizada de aquel espacio que se despliega como una extensión de su propio universo interno, íntimo y particular… de allí la compleja valoración simbólica asociada al hogar, en donde múltiples anécdotas están sujetas a las paredes, muebles, plantas, libros, chucherias, aromas y sonidos que cobija el espacio.
Cuando coleccionamos, los objetos modifican su naturaleza de idéntica manera, un coleccionista al observar su colección no solo observa objetos, sino que reconoce en los mismos valores inmateriales, arraigos, memorias profundas, ritos, significancia y apreciaciones dificilmente explicables en el plano de lo racional, apreciándolos desde su propio y particular territorio secularmente sagrado. Debido a ello, las formas de coleccionar y los tipos de colección se amplían sistemáticamente, diversificándose y desplazándose hacia planos que dificilmente tienen cabida en lo que convencionalmente se entiende por coleccionismo. Suscitándose en la práctica una serie variaciones y experiencias, de formas de coleccionar y de tipos de colección, ampliándose así, infinitamente la concepción de lo que es coleccionable, guardable o atesorable…qué es nuestra memoria, por ejemplo, sino una basta y magnífica colección de recuerdos?.
Desde estas reflexiones se suscita LA ETNOGRAFÍA DE LOS BALCONES es al detenerme en aquel umbral entre lo público y lo privado que propone el balcón, recogiendo imaginando e insinuando por medio de las reconstrucciones miniatura las eventuales historias, memorias, ficciones, impresiones y percepciones de quien (es) pudiesen habitar dichos espacios, es en el ejercicio de imaginar esas historias en dónde desde la empatía recogo los valores simbólicos que probablemente allí aniden, y transformo, dichos espacios en una variación del acto de coleccionar, sumando esta vez, cuál objetos atesorados: “espacios balcón”, aquellos que cotidianamente han acompañado mis tránsitos silensiosos por la ciudad, formando así parte del reservorio de mis memorias. Es al observarlos y reconstruirlos, como una colección, que me observo menos ajena, menos espectador, menos desarraigada y más parte de las infinitas variaciaciones desde las que el ser humano escoge vivir, conformar barrio, ciudad, cultura, pueblo, sociedad, historia, y tiempo.
Pía Aldana